lunes, 9 de marzo de 2009

la naturaleza en peligro

La naturaleza en peligro:

MARES Y OCÉANOSSon ecosistemas formados por la mayor concentración de agua del planeta. De hecho, ocupan sus tres cuartas partes. Al estudiar los mares y océanos habría que distinguir entre el mar abierto y las zonas costeras, estas últimas mucho más sensibles a la contaminación.
Cerca de las zonas costeras se encuentran los corales. Los arrecifes coralinos son colonias de miles de individuos que se alimentan por el día de algas fotosintéticas, y por la noche extienden sus tentáculos para atraer el plancton. Cobijan multitud de seres marinos y forman una barrera natural entre el mar y la costa. Por su deslumbrante despliegue de formas, colores y texturas, ninguna otra comunidad de la Tierra puede compararse al ecosistema del arrecife de coral.
El arrecife depende de mareas y corrientes. No existe por sí mismo. Tiene el mismo problema que otros medios acuáticos de exceso de fertilizantes o desagües. Sin embargo su peor amenaza es la erosión provocada por las actividades humanas. Las aguas turbias cargadas de sedimentos y arena procedentes de la deforestación y del dragado de puertos no sólo privan al arrecife de luz y oxígeno, sino que impiden los mecanismos de nutrición de muchos de sus habitantes.
Algunas especies de coral mueren en 24 horas ante una concentración de herbicida de una parte por 10 millones, y los caracoles que se alimentan de coral acumulan herbicida en sus tejidos. Con tal nivel de sensibilidad, el aumento de los contaminantes que cada vez se usan más en los países tropicales puede ser desastroso.Otro problema actual de los arrecifes es la destrucción entera de sistemas completos para extraer cal. También los destruyen la pesca con explosivos y ciertas industrias de adornos que los emplean para hacer collares (en California se ha intentado crear "arrecifes" artificiales).
El mar abierto es bastante más resistente. Su misma inmensidad y su relativa escasez de organismos ha significado que pueda encajar la agresión química sin que hasta ahora se hayan dado informes alarmantes. Las toxinas vertidas al mar o arrastradas por las corrientes y los vientos son absorbidas por el plancton, cuyos cuerpos y excrementos se depositan rápidamente en el fondo de los océanos, pero se degradan muy lentamente a causa de las bajas temperaturas. Dado que lo más probable es que la producción mundial de toxinas aumente con más rapidez que la imposición de controles de la contaminación, los vastos océanos seguirán acumulando calladamente toxinas durante largo tiempo, con consecuencias desconocidas.
En este sentido pueden ser alarmantes las explotaciones mineras que agitan los sedimentos, ya que si se agita un depósito de toxinas, éstas se esparcen.Hace años los océanos estaban considerados como "la gran reserva" alimentaria del futuro. Había proyectos de crear grandes bancos de peces para obtener proteínas de modo estable, tal como se cría el ganado en tierra. Por el contrario, lo que ha sucedido es que se ha seguido pescando con armas cada vez más sofisticadas.
Las mayores concentraciones de fitoplancton (y por lo tanto de vida marina que se alimenta de él) se encuentran a lo largo de las zonas costeras poco profundas, alrededor de los arrecifes y en zonas de afloramiento de aguas profundas. Pero estos lugares de gran productividad suelen ser también los más afectados por la contaminación. El 85 % de la contaminación marina procede de actividades de tierra en forma de petróleo, desagües, metales pesados y pesticidas.
Los primeros navegantes apenas dejaban marcas en el océano. Miles de barcos se han hundido a lo largo de los siglos sin dejar huella. Pero al multiplicarse la raza humana, también lo hizo su basura. Si ésta fuera orgánica, quizás los océanos pudieran hacerse cargo de ella. El problema está en la naturaleza de las basuras: los superpetroleros surcan los mares transportando millones de litros de petróleo. Un accidente puede contaminar kilómetros de costa y matar a miles de aves marinas. Pero este desastre puede ser relativamente pasajero. Con el tiempo el petróleo se descompone y el ambiente puede recuperarse. Sin embargo, los plásticos no se descomponen. Cada fragmento de plástico arrojado al mar quedará allí para siempre.
Los sedales de pesca de plástico matan a las aves marinas. Y las tortugas confunden las bolsas de plástico con medusas, se las comen y mueren con el estómago lleno. Se encontró a un cachalote de 12 metros muerto con 50 bolsas de plástico atascadas en su garganta. Cada año mueren más de dos millones de aves marinas y unos cien mil mamíferos por esta causa.

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